«Literatura de frontera», por Mayte Guerrero, del Blog de Ediciones Letra Clara

“Las fronteras no son el Este o el Oeste, el Norte o el Sur,

sino allí donde el hombre se enfrenta a un hecho”.

Henry David Thoreau

(Artículo publicado el 9 de julio de 2007 en el Blog de Ediciones Letra Clara).

Reflexión de Veit Heinichen, escritor alemán: “Las fronteras son zonas de contraste que dan pie al nacimiento de la literatura”. El autor, que suele situar las tramas de sus libros en la frontera física entre Italia y Eslovenia -la ciudad de Trieste-, opina que ese tipo de ciudades contiene la mezcla perfecta de pueblos, culturas e idiomas como para que la literatura tenga su razón de ser.

Se podría ampliar la literalidad de este pensamiento e interpretarlo como imagen: la literatura como cuestión de fronteras. El fenómeno literario no ha dejado de trazar una línea paralela a la historia del hombre, como un largo espejo que le ha ido acompañando a través del tiempo, según las circunstancias sociales, políticas y económicas que transcurrían al otro lado, en la realidad tangible del ser humano. Donde acababa ésta, empezaban las palabras. Pero la relación entre uno y otro camino no siempre se marcó como un simple acto de duplicidad de imagen. El factor reivindicativo y comprometido de las letras ha estado ahí siempre, y los que estaban dentro del espejo sacaban sus brazos y alentaban por que las cosas cambiaran en el escenario práctico de la existencia. Las fronteras se rebelaban.

El compromiso que adquirió el hombre con las letras va más allá de las reivindicaciones evidentes respecto al cambio anhelado a gran escala. Se puede decir que la literatura actúa también como un reloj de arena: acumulando individualidades. El sujeto inmerso en el proceso literario sienta primero unas bases propias en su persona, plantea interrogantes a sus propias fronteras: las analiza, las estudia y empieza a trabajar a partir de ciertas conclusiones. El lector, en el acto de comprensión de un texto, también cuestiona, reflexiona y pone en duda; es decir, evoluciona, traslada sus fronteras o las deja en su sitio después de jugar con ellas; avanza o retrocede, pero se mueve.

Técnicamente hablando, la literatura no ha dejado de cuestionarse sus propios límites, hasta llegar a la meta lógica de querer romperlos. De reflejar como espejo, y de considerar este hecho como algo superado, ha evolucionado a la interpretación. De ahí que se antoje lógico que el futuro siga estando en la ruptura de las casillas que imponen los géneros, las formas, los medios y la recepción de las creaciones. Vamos, romper fronteras en toda regla.

Y es que no hay nada más esperanzador que la fusión ―la misma mezcla que se produce en una ciudad fronteriza―, que de hecho ya se está dando en la literatura con la apertura que están aportando la tecnología, el cambio de mentalidades y la actitud de afrontar la creación. El reto es adecuar todo ello para que el traslado de los límites sea hacia algo positivo, y todos tenemos algo que aportar al respecto (por aquellos que a veces dudan de la finalidad de su actividad literaria).

Mayte Guerrero

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18 comentarios en “«Literatura de frontera», por Mayte Guerrero, del Blog de Ediciones Letra Clara

  1. Hola, Mayte. Muchísimas gracias por esta reflexión. Estoy absolutamente de acuerdo contigo y con la gran afirmación de Veit Heinichen. Considero, además, que en el resto de las artes ya se está dando está fusión desde hace tiempo. Muchas veces a la literatura le cuesta avanzar, pero al final acaba cogiendo el tren. Observemos la música: muchos de los géneros musicales tienen su origen en la fusión de pueblos y en el modo que esos pueblos tienen de transmitir su sentimiento a través de las melodías. De igual forma debería ocurrir en la mayoría de la literatura. Se trata de enriquecerse con las aportaciones que unos puedan hacer a otros. Confío en que este fenómeno se dará de forma más palpable con el tiempo. Un saludo.

  2. Si, sobre las letras pesa el dudoso honor de ser el último bastión resistente de lo tradicional. Rompamos con esa losa, pues. El concepto de novela que se sigue usando tiene al menos 500 años. Se introdujo algún elemento nuevo según se iba imponiendo el cine y la cultura de la imagen (en algunas novelas el narrador parece más una cámara), pero pocos cambios más ha habido. Hay excepciones pero no han tenido mucho éxito.
    Y la poesía, bueno, lleva más de un siglo tratando de quitarse el san benito de la rima y la métrica.

  3. Si al menos nos atreviésemos a hacer experimentos, como ocurrió con la nouvelle vague en el cine francés… pero siempre nos atenemos a las mismas fórmulas. Somos muy cómodos y los críticos fomentan la tradición. Cuando encuentran algo novedoso lo desechan casi automáticamente.

  4. A raíz de vuestros comentarios, ayer mismo un «colega» colombiano me describía el ambiente aperturista que vivió hace poco en un festival de poesía en Medellín en el que se leyeron poemas en más de cincuenta dialectos y lenguas. Decía que la musicalidad de aquellos versos superaba con creces las «fronteras» que con frecuencia nos atenazan. Estoy segura de que Francisco Pinzón, el amigo que me hablaba de este evento, y todos los que allí acudieron se verán influenciados por esta magnífica experencia en sus próximos trabajos. Aquí, sin embargo, parece que tendemos hacia un chovinismo caduco y al «más de lo mismo» a través de fórmulas repetidas durante siglos, como bien decís. En cambio, otros continentes tienen más proyección en sus miradas. De eso también debemos aprender y no es mala idea empezar la revolución por uno mismo.
    Gracias por vuestras opiniones y un fuerte abrazo.

  5. Debemos exigirnos más, pero sobre todo, debemos aprender de los que ya saben. Que no nos ruborice hacer lo que ya los extranjeros hacen. No se trata de copiar, sino de aprender la lección. Y tal vez no se base en convertirnos en los más creativos del mundo, sino más bien en adquirir una actitud que nos predisponga a la innovación. Y ya que hay que empezar por uno mismo, quizá sea un buen momento para que le dé un nuevo punto de vista a mi prosa. La teoría ya está, estas son mis ideas. Ahora toca comprobar si lo sé pasar a la práctica.

  6. Pues entonces no deberías dudar. Precisamente por tratarse de algo nuevo, deberías intentarlo. A no ser, claro, que consideres que en la forma o en el contenido no encuentras tu esencia. Lo importante es que te reconozcas en lo que escribes (desde mi pobre punto de vista).

  7. Te entiendo. Para mí lo de ser vago escribiendo no es un carácter, es un sentimiento. Si no lo tengo puedo escribir el relato más largo del mundo (lo cual lo convertiría en novela y eso nunca me ha pasado). Si no tengo la inspiración me puedo pasar semanas e incluso meses sin escribir. A veces me fuerzo a intentarlo, pero créeme, cuando me obligo a escribir es cuando hago las mayores basuras de la Historia (que pese a todo conservo). Últimamente quiero atreverme a nuevos temas y a nuevas formas y eso requiere algo que nunca antes había hecho: una planificación previa y sentarme a escribir incluso cuando no me sale. Pero creo que tendré que adaptarme a eso, porque cada vez va saliendo un poco mejor. Será que me falta práctica. Soy muy impulsiva para casi todo en la vida, por lo mismo, también para escribir, así que me estoy reeducando en ese aspecto.

  8. Bueno, aunque me tengo que poner a escribir, en realidad voy a usar también la inspiración, pues quiero leer capítulos de un libro para inspirarme. Ya lo intenté otra vez, pero lo dejé, pero creo que esa vez el proyecto era más descabellado. También quiero aposentarme en diversos lugares de la ciudad para escribir poemas observando a la gente que pasa.

  9. Eso dará naturalidad y autenticidad a lo que escribas. La realidad palpable, la del día a día es la que hace que nos metamos en el mundo que el poeta (en este caso tú) quiere transmitir. A veces lo entendemos, otras no. Pero si el referente es la realidad, seguro que nos quedamos con algo.

  10. Bueno, la realidad siempre es el referente, ¿no?, jaja, ya sea una u otra realidad. Dentro de la realidad, el referente que quiero utilizar más a menudo es el otro, aunque, evidentemente, siempre tamizado por mi propia experiencia individual.

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